Aunque el traslado en dos autobuses desde Orlando hasta Miami fue relativamente rápido, el trayecto hacia mi destino final fue todo menos sencillo. Tome mi avión hacia Lima, haciendo escala en Bogotá, fue entonces que mi travesía implicó más escalas de los previsto. Empecé con un autobus de Lima a Ica, luego tomé un taxi de Ica a Nazca conducido por un chofer que prestaba servicios turisticos, duró casi dos horas en el intenso calor del mediodía atravesando el desierto. En mi último tramo, me llevó un buen samaritano que coincidentemente se dirigía hacia su casa por la misma ruta que yo. A pesar de lo atribulado del trayecto disfruté decubrir enormes campos eólicos de los que desconocía su existencia hasta entonces.
Durante los dos primeros días de las tres semanas que duraría el programa, exploré un lugar habitado por gente amable y bendecido por la madre naturaleza. Una costa rica en especies marinas, algas, minerales, donde se siente los vientos Paracas en su total esplendor, de echo son la fuerza vital de los campos eólicos que hoy rodean al pueblo y que producen la energía limpia que alimenta a Chile. Paradójicamente, de este progreso de ingenería no goza el pueblo. Contrastando con los abudantes recursos naturales, está una administración pública que parece desentenderse del bienestar de sus cuidadanos, asi como del desarrollo de una infraestructura vial y urbana en estado de regular a malo, por ende el acceso a servicios de calidad, es débil. Este distanciamiento del estado con su comunidad priva a las personas de San Juan de Marcona de oportunidades de bienestar e innovación, pero es esta resiliencia de haber aprendido empiricamente a cuidar sus recursos naturales, lo que enriquece a sus pobladores.