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De Miami a Marcona, al encuentro de las mujeres del mar.

San Juan de Marcona
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De Miami a Marcona, al encuentro de las mujeres del mar.

Escapando del sofocante calor limeño de febrero rumbo a Orlando, recibí la llamada de mi amiga Rosa. Su invitación para participar en una mentoría en San Juan de Marcona llegó justo antes de conmemorarse el Día Internacional de la Mujer, en menos de un mes. Este viaje, cargado de significado social, se convirtió, sin duda en una de las travesías más enriquecedoras de mi trayectoria como mentora.

Acepté la invitación con entusiasmo, aunque hasta ese momento, y con cierta vegüenza reconozco que sólo sabia que Marcona era un puerto importante a más de quinientos kilómetros de Lima ubicado en Ica. No negaré, que me emocionó saber que el grupo estaría compuesto exclusivamente por mujeres, esposas o familiares de la asociación dedicada a la pesca artesanal. Este detalle, avivó mi entusiasmo aún más.

Aunque el traslado en dos autobuses desde Orlando hasta Miami fue relativamente rápido, el trayecto hacia mi destino final fue todo menos sencillo. Tome mi avión hacia Lima, haciendo escala en Bogotá, fue entonces que mi travesía implicó más escalas de los previsto. Empecé con un autobus de Lima a Ica, luego tomé un taxi de Ica a Nazca conducido por un chofer que prestaba servicios turisticos, duró casi dos horas en el intenso calor del mediodía atravesando el desierto. En mi último tramo, me llevó un buen samaritano que coincidentemente se dirigía hacia su casa por la misma ruta que yo. A pesar de lo atribulado del trayecto disfruté decubrir enormes campos eólicos de los que desconocía su existencia hasta entonces. 

Durante los dos primeros días de las tres semanas que duraría el programa, exploré un lugar habitado por gente amable y bendecido por la madre naturaleza. Una costa rica en especies marinas, algas, minerales, donde se siente los vientos Paracas en su total esplendor, de echo son la fuerza vital de los campos eólicos que hoy rodean al pueblo y que producen la energía limpia que alimenta a Chile. Paradójicamente, de este progreso de ingenería no goza el pueblo. Contrastando con los abudantes recursos naturales, está una administración pública que parece desentenderse del bienestar de sus cuidadanos, asi como del desarrollo de una infraestructura vial y urbana en estado de regular a malo, por ende el acceso a servicios de calidad, es débil. Este distanciamiento del estado con su comunidad priva a las personas de San Juan de Marcona de oportunidades de bienestar e innovación, pero es esta resiliencia de haber aprendido empiricamente a cuidar sus recursos naturales, lo que enriquece a sus pobladores.

En ese entorno, me encontré con las Mujeres del marAsi las llaman, porque son mujeres que se dedican a recolectar las algas que el mar les regala en su rebalse. Su  sistema de trabajo está estructurado por zonas, grupos y días para dividir las ganacias de este tan ansiado recurso natural. Sin embargo, dentro de esta estructura, las mujeres no reciben los mismo beneficios económicos de sus compañeros, y además, se enfrentan al reto de generarse sus propios ingresos, en medio de las responsabilidades domésticas y el cuidado de la familia.

Sorprendentemente, un porcentaje estimado del cinco por ciento de estas mujeres es analfabeta, una realidad que me impactó profundamente. A pesar de estos desafíos, todas han logrado encontrar su voz y su lugar en la comunidad, desafiando esteriotipos, negociando su participación y uniendo fuerzas, conscientes de que la verdadera fortaleza reside en la unión. Cada madrugada, antes que el sol asome en el horizonte, se pueden ver a esas mujeres cubiertas por completo, trabajando en la orilla del mar y recolectando kilos de algas. Este año, debido al fenómeno del niño costero, su labor ha sido aún más dificil, ya que el dinero es escaso y las condiciones son adversas.

El respaldo de organizaciones sin fines de lucro dedicadas a la conservación del mar les brinda la oportunidad de desarrollar sus habilidades emprendedoras, y ahí, es donde ejerzo una mentoria tan cercana que pude tener acceso a temas de su vida personal. Durante las dinámicas y las sesiones de conversaciones grupales, creamos espacios seguros para canalizar su espíritu emprendedor. Descubrí a jóvenes madres muy talentosas, con ideas dignas de competir en los ecosistemas de startups a los que ellas no tienen acceso. Me atrevo a decir que ellas superaron el desafío en la creación de ideas de sus propios emprendimientos. Transformaron sus proyectos encontrando diferencias que hacen único cada negocio, propusieron prácticas responsables que ayudan a cuidar el planeta, aunque no tengan la base académica respecto de lo que conlleva ser sostenible; sin embargo, son respetuosas con el mar. 

Por más increíble que parezca, fui a enseñar, pero terminé recibiendo una maravillosa lección de esperanza. Aprendí sobre algas y sobre cómo devolver al mar el resultado de los avances, sin dañarlo. También aprendí a reducir la velocidad, un mal hábito adquirido como producto de una vida capitalina estresada e insegura. En quietud, conecté mi propósito con las necesidades de la comunidad. 

La equidad de género no se logra creando distancias entre hombres y mujeres, sino a través de una educación de calidad que permita a cada individuo asumir su rol en la sociedad con responsabilidad y respeto. Involucrarnos en estos espacios de impacto social a través de la mentoría nos debe convertir en voces exigentes hacia el Estado. Es imprescindible articular políticas activas y eficientes con la empresa privada para lograr un verdadero resultado en el crecimiento de la sociedad civil y el cuidado del medio ambiente.

 

Descubrir en mí misma la pasión por guiar el ímpetu emprendedor de otras personas ha sido un viaje marcado por desafíos personales, plagado de más tropiezos que aciertos. Con tres semanas de viaje, treinta y seis horas de intensas sesiones grupales, casi sesenta mujeres participantes, y más de treinta ideas de emprendimiento, el proceso culminó con quince finalistas y, finalmente, diez ganadoras. 

Considero que la efectividad de los cambios está en el proceso gradual del paso a paso, por eso, estoy decidida a convertirme en ese puente por el que transitarán mujeres con ese espíritu emprendedor, y acompañarlas activamente en este camino de evolucionar hacia un mundo de oportunidades igualitarias.

Agradecimientos a : The Nature Conservancy y Emprende con EME por invitarme a participar en este proyecto que seguirá abriéndose camino. A las Asociaciones de Copmar y Realmar, les agradezco por haberme acercado a las mujeres del mar y conocer el Proyecto Humboldt de alcance internacional.

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